Tôkyô Tarareba Musume o el ascazo de ser mujer en Japón

Akiko Higashimura es la autora de un manga adorable que este pasado 25 de agosto finalizó: Kuragehime (2008-2017). Tras 93 capítulos, 17 tankôbon, un spin-off con sus especiales animados, un live action y una serie de anime de 11 episodios realizados por Brain’s Base, se puede concluir que es, de momento, la obra más exitosa de Higashimura y con más repercusión. Ha sido muy bien aceptada entre la otaquería occidental también, pues ha sabido combinar sabiamente la comedia, el slice of life y el romance para construir un josei típico pero chispeante. Aunque a mí personalmente las historias que tiran del cliché tipo betty la fea no me gustan demasiado, Kuragehime me sedujo más por sus secundarios que por la protagonista en sí. Leí el manga durante un tiempo y luego lo abandoné. Sin malos rollos, simplemente me acabó aburriendo; aunque la sensación con la que lo dejé fue bastante buena.

Así que, cuando me topé con Tôkyô Tarareba Musume (2014-2017) de la misma mangaka, me aventuré a leerlo. ¿Por qué no? Si continuaba el tono inofensivo de Kuragehime, podría resultar una lectura entretenida, Además de que su dibujo me gusta, resulta limpio, claro, redondeado. Muy dulce, en conclusión, y agradable en los detalles. Por lo que decidí darle una oportunidad, ya que las buenas críticas también acompañaban al tebeo.

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Pues bien. Fue leer tres capítulos y mandarlo a cavar zanjas. Sé perfectamente que el josei es una demografía bastante maltratada en Japón, sobre todo su vertiente comercial. Suelen abundar las historias à la Bridget Jones donde se cuentan las desventuras de treintañeras que buscan desesperadamente marido mientras tratan de mantener la juventud y belleza de la adolescencia a toda costa. ¿Es posible que las mujeres adultas de Cipango disfruten con este tipo de historias, donde se las reduce a meros ornamentos y en las que la búsqueda y hallazgo del amor sea su prioridad vital? Venga ya, joer. Pero sí. Resulta que la sociedad nipona no es que albergue esta noción de las personas pertenecientes al género femenino, es que nutre y sustenta este tipo de ideas. Y son las propias japonesas las que también custodian con celo estos disparates. No es que en Europa las chicas vivamos en el paraíso de la igualdad, pero los primeros episodios de este manga se me atragantaron por completo. No tenía ni pizca de ganas de zampar las enésimas aventuras de un grupo de señoritas de clase media, con buenos trabajos y sin problemas de salud, que con 33 años se sienten unas ancianas fracasadas porque un príncipe azul no ha llegado aún a sus vidas. Not my cup of tea, thanks.

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¿Qué había esperado?¿Un relato ácido y descarnado como los de Kyôko Okazaki o Moyoco Anno? Sabía perfectamente que Higashimura no trabajaba como ellas, que se encuentran en una liga muy, muy distinta. Pero tropezarme de repente con los viejos tópicos del shôjo más rancio, pero aplicados a las circunstancias de personas adultas para denominarlo, como por arte de magia potagia, josei, fue demasiado para mi paciencia. El josei debería ser mucho más que un reciclado shôjo. Perpetuar este recurso es una manera de insultar la inteligencia de las lectoras, de alimentar una eterna infantilización psicológica. ¿Son las japonesas en realidad niñas grandes? Por supuesto que no, lo grave del tema es que parece que no se hayan dado cuenta de este pequeño detalle. Y la otra mitad de la población tampoco.

¿Qué me hizo cambiar de parecer y reanudarlo? El aburrimiento, la ligera sensación de que, quizá, había precipitado mi juicio; y que ya había finalizado, por lo que podría leerlo completo sin esperas. También que podría servirme para aprender más sobre la situación de la mujer en la sociedad japonesa actual, porque teniendo en cuenta lo que ya había leído, tenía pintas de ser un buen reflejo. Y en esto último no me equivoqué, de manera indirecta saqué muchas cosas en claro. La principal se encuentra en el mismo título de la entrada.

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Tú dí que sí.

Tôkyô Tarareba Musume es un manga que consta de 31 capítulos y 9 tankôbon. Fue publicado por Kiss desde marzo del 2014 hasta abril de este año, y nominado a los Premios Kôdansha y al Manga Taishô. También ha tenido una exitosa adaptación de televisión en imagen real y un spin-off. Se trata de un tebeo que se ha leído bastante, y goza de buena fama. ¿Merecida? Veamos.

El cómic narra las vivencias de tres amigas sin pareja, que suelen quedar en el izakaya  del padre de una de ellas para comer, beber y comentar las que consideran sus patéticas vidas. Y sus dolorosas oportunidades perdidas. Ellas son Rinko, Kaori y Kayuki, aunque la historia se centra más en Rinko, guionista de series de televisión. Con 33 años se hace la promesa a sí misma de que habrá conseguido marido para el año de las Olimpiadas en Tokio. Pensar que con 40 años podría continuar soltera le parece terrorífico. En sus alcohólicas reuniones con Kaori y Kayuki, un chico rubio las critica severamente por sus lamentables discursos sobre lo que podría haber sucedido si sus elecciones y circunstancias hubieran sido otras. Las llama «mujeres y si…» y les recuerda que ya no son unas crías, que deben tomar las riendas de sus vidas. Este «y si…» es el que da título al manga, tarareba; y, por supuesto, el encuentro con este jovenzuelo marcará el curso del tebeo.

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Lo que al principio me pareció de un irritante insoportable, no mejoró; pero a través de su comedia ligera, empecé a vislumbrar lo que era en realidad un soberano tirón de orejas por parte de Higashimura a la actitud de sus personajes y, sobre todo, a la propia sociedad japonesa. Una sociedad que considera ya viejas a las mujeres de treinta y tantos; que las acucia para conseguir marido a riesgo de permanecer solas para siempre (ningún hombre querría, no obstante, de esposa a alguien mayor de 25), y cuya soltería se considera un profundo fracaso. Esta enorme presión que las chicas respiran, beben y comen a diario desde la infancia, mina su autoestima de tal forma que se convierten en seres dependientes de la imagen que proyectan. Una imagen que deben cuidar con esmero al milímetro, no para sentirse bien con ellas mismas, sino para conseguir cazar el mejor partido posible. La juventud y la belleza son las virtudes que más se valoran; su talento, trabajo duro y profesionalidad no importan si hay a su lado una mujer más joven y guapa. Y esto la autora se encarga de plasmarlo muy, muy clarito.

Higashimura nos muestra la evolución de las tres mujeres, que podrían ser tres tokiotas cualquiera, sumidas al principio en el engranaje social sin cuestionar su abusiva situación y como, poco a poco, van despertando y madurando, cada una a su forma, para aprender a responsabilizarse de sus vidas, mirar hacia adelante, no estar siempre girando el rostro al pasado; y considerarse seres humanos plenos a pesar de superar la treintena… y no tener un hombre a su lado. Y os aseguro que les cuesta superar esa pasividad, esa inercia que las va consumiendo, porque forma parte del mismo tejido social.

tokyo4El desarrollo del argumento es bastante (pero bastante) predecible, sigue las pautas de un shôjo/josei clásico, pero con algunas lógicas concesiones al público adulto. El romance se enseñorea por completo de la historia, algo de esperar en un josei comercial (como si a las mujeres que leemos tebeos eso fuera lo único que nos interesara, claro); y aprovecha, muy acertadamente, para ir filtrando una crítica de baja intensidad pero constante, a la noción de amor romántico. Sí, ese amor romántico que se identifica con la idea de amor verdadero; que invita a dejarse dominar por la ilusión del enamoramiento hasta colmar el alma, como si fuese la única fuente de felicidad y la única manera en que una mujer puede completarse. Solo un apuesto (y rico) caballero puede rescatar a una chica atrapada en una existencia vana. Pero la realidad es mucho más rica y compleja que la simple pornografía emocional producida por la euforia del enamoramiento. Y exige que nos hagamos cargo de nuestros propios actos. No es que la mangaka sea demasiado explícita en estas alusiones, pues se debe a un público femenino que demanda precisamente esa emoción del amor romántico de los shôjo/josei, en la que la mujer se debe dejar adiestrar por el hombre. Y aunque a mí personalmente no me convence esa tibieza edulcorada, también admito que agradará a la mayoría de lectores.

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Tôkyô Tarareba Musume es un manga de pocas sorpresas para los otacos curtidos, pero muy bien contado y con un desarrollo correcto a pesar de que a mí se me haya hecho pesado en algunos tramos (soy muy impaciente para ciertas cosas, mea culpa). Resulta moderadamente divertido, engancha como buen culebrón que es y los personajes están perfilados genial. Kayuki me encanta, es mi favorita del trío. Los diálogos internos que mantienen, mitad alucinación mitad chiste, son especialmente lúcidos en algunos momentos, por cierto. ¿Lo recomiendo? Sí, a los fans de la demografía les gustará, porque es un tebeo de cimientos firmes, que hace reflexionar y entretiene bastante. Comprendo su éxito a la perfección, aunque no sea exactamente para mí.

De una temática similar tengo muchísimas ganas de leer Ako-san no Koibito de Akino Kondô, que barrunto es bastante más de mi estilo; pero veo complicado que, al menos en un largo tiempo, asome la nariz por Occidente. Habrá que esperar. Mientras, podemos aseverar sin miedo que Tôkyô Tarareba Musume es uno de los mejores josei comerciales que han salido últimamente; y que lo tiene todo para entusiasmar si no se es una pejiguera como yo. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

4 comentarios sobre “Tôkyô Tarareba Musume o el ascazo de ser mujer en Japón

  1. Apuntado!

    Este verano, revisitando despues de algunos años un restaurante chino en Malaga costa, acabamos hablando con el dueño. Que si donde estaban los hijos, que como le iba el negocio. El hombre estuvo hablando 15 minutos en un español no tan bueno como podria tener despues de 15 o 20 años aqui. Solto mucha verdad por la boca, mucho sentido del deber, de no malcriar a los hijos, de confucianismo. Y su hija e hijo, 30 y 25 años, creo, en el extranjero. El padre decia que ellos son muy tontos, muy tontos, por no estar casados ya y con niños y con su propio negocio/empresa empezados. Es gracioso el cambio de su perspectiva que vino importada y se modifico poco, con la de los hijos y conmigo mismo, que nos hemos formado en un entorno mas o menos aprovechado de ideas europeas. Lo que hace la hija, trabajando de economista pocas horas, para una empresa, gran sueldo, mucho tiempo, pocos problemas. Pero, oh, muy tonta.

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    1. ¡Hola, Arrowhead! 🙂

      En China tienen a las que denominan «mujeres sobrantes» (shèng nǚ), chicas solteras mayores de 25 años, con un perfil profesional alto y que no están casadas. Ni quieren hacerlo por obligación, por supuesto. Esta nueva generación de mujeres choca con la fuerte estructura patriarcal de su sociedad en la que el rol femenino siempre ha sido el del cuidado de la casa y la maternidad. En resumen, casarse y procrear. Se las responsabiliza únicamente a ellas de la obligación social de tener hijos. Y los tiempos han cambiado. Alrededor de estas «mujeres sobrantes», han surgido también «mercados de matrimonio», donde los padres de las chicas anuncian en espacios públicos (en la puta calle, vamos) las características y currículum de sus hijas mediantes cartelitos y fotos. Muy triste todo. Existe también un término similar para los hombres que eligen permanecer solteros, guāng gùn, algo así como «rama desnuda», pero no tiene las connotaciones peyorativas de «mujer sobrante», ni sufren la misma presión social y gubernamental que ellas.

      Gracias por la anécdota 🙂 Espero que disfrutes del manga 😉
      ¡Saludos! 😀

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  2. Hola Sho, esos mangas que se empiezan con ilusión se abandonan por no ser lo que se espera y se vuelven a retomar por aburrimiento abundan en mi historia personal XDD. Kuragehime me gustó mucho, vi el anime y si bien la protagonista no me caía mal me decanté por sus amigas. De todos modos siempre siempre me pasa en cualquier obra sea visual o escrita simpatizar con los segundones. Respecto a Tarareba Musume el hecho de que se haga una crítica tibia sobre el asunto de tener 30 y seguir soltera es de agradecer…aunque me gustaría que las mangakas fueran todas un poco más arriesgadas y se atrevieran a decir sin tapujos que es una tontería que una mujer sea una fracasada solo por no tener esposo. Y ahora digo yo ¿qué todos los hombres japoneses de 30 ya están casados? ¿O para ellos no se aplica la misma regla? ¿Ellos pueden permanecer solteros sin que se les cuestione su valía? Porque había leído un artículo en internet que muchos japoneses no deseaban casarse y preferían dar prioridad a su trabajo o perfeccionarse en su área, entonces ¿en qué queda el asunto? En fin, así como en Japón por las tierras de Latinoamérica también sucede y mucho. No tenes novio, amigovio o una presencia masculina en tu vida y ya te miran como si fueras una especie de fenómeno. Y la frase «Vas a terminar siendo una solterona» se escucha cual disco rayado.
    En fin, yo creo que cada persona debe vivir como mejor le parezca y guste, solo espero que llegue el día en que no metamos la nariz en la vida ajena ni cuestionemos porque estas soltero/a y no tengas hijos/as. Así como también ruego porque salgan obras en las que se rompa con los mandatos sociales impuestos y se dé prioridad a asuntos más importantes. Te cuestionan por estar soltera/o y el mundo cierra los ojos ante la contaminación ambiental, la violencia desenfrenada (racismo, xenofobia, homofobia, misoginia, etc, etc,) la depresión, la alienación, los abusos de poder y tantas otras cosas. Es de no creer, mientras estés en pareja todo esta bien no importa nada más, no sé si es para reírse o llorar. Bueno, como siempre me fui mucho de tema. Mil perdones. Excelente entrada como siempre, Besos 🙂

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    1. ¡Hola, Coremi! 😀

      La responsabilidad y obligación de tener hijos en las sociedades patriarcales siempre recae sobre las mujeres, por eso a los hombres no se les presiona ni atosiga con la misma intensidad para que se casen. Vamos, ni de coña. Porque el fondo de todo este asunto son los hijos, el matrimonio se concibe como el único medio legítimo de producir descendencia y contribuir así a perpetuar el patrimonio y generar futura riqueza en la sociedad. Una mujer soltera no puede procrear nuevos individuos dentro del sistema (los bastardos jamás han sido bien considerados en ninguna parte), por eso en las sociedades patriarcales se castiga tanto el hecho de que una mujer no cumpla con su obligación, con su función social, que es parir. Y de esta raíz, surge también la noción de considerar a la mujer incompleta si no tiene un hombre a su lado. :/
      Pero los tiempos están cambiando, al menos en Occidente es así. Ninguna persona debería tener la obligación de casarse y tener hijos si no quiere, sea hombre o mujer. Yo, por ejemplo, he elegido no tener descendencia, y no te creas que está muy bien aceptado por los que me rodean. Me consideran un bicho raro, y en ocasiones debo soportar comentarios muy desagradables sobre una opción personal y privada que no incumbe a nadie salvo a mí. Pero parece que el cuerpo femenino sigue perteneciendo a la sociedad para alguna gente, en vez de a la persona dueña del cuerpo. En fin, poco a poco las cosas espero que vayan mejorando para nosotras, que en realidad es una mejora para todos 🙂

      ¡Un beso enorme, Coremi! Gracias, como siempre, por tus comentarios, ¡me encantan! ❤ ❤

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